Hay un lugar,
no muy lejos de aquí,
donde los árboles se pelean por buscar el sol;
donde el piar de los pájaros predomina frente a los pitidos de los coches;
donde la vista no puede opinar de lo que ve,
sólo callar y disfrutar;
donde cada centímetro de aire es único al tacto de los dedos;
donde la tranquilidad es un hecho y no un posible;
donde el amor, que en tiempos tristes era un sueño inalcanzable,
en la más tranquila soledad es irremediable de esquivar.
Para llegar a este lugar sólo hay que cerrar los ojos.
Imaginar la vida como un fulgor blanco
y dejarse marear por las mareas de la estabilidad
hasta que te arroje a El barco en el que como capitán
sobresalen tu coraje y tu humildad.
Si eres capaz de perder tu sombra
y romper el frío blanco con el casco de tu barco,
llegarás a ese lugar.
Lo que yo llamo paraíso,
y del que por desgracia sólo puedo disfrutar pocas veces,
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